Tengo el placer de presentaros a James Bean, el primer personaje que conoceréis en el primer capítulo del borrador preliminar de mi primera novela La Plataforma. Mi intención es ir publicando esta novela poco a poco, por entregas, capítulo a capítulo, aquí, en este blog. Espero que os guste y que me vayáis haciendo comentarios de todo lo que se os ocurra: siempre serán bienvenidos.

Y ya, sin más, os dejo con la lectura, al son del grito de guerra del blog: ¡Liberad al Kraken!
Capítulo 1 – James Bean
James Bean odiaba su nombre: todo el mundo le confundía o le hacía alguna gracia con el tema del famoso whisky y ya estaba cansado de recordar que su apellido era con “N”, sí, como el del personaje humorístico británico. Pero aquel día ya todo le daba igual. Había entrado en el bar muy temprano, apenas acababan de abrir. En su bolsillo tenía guardada la carta de despido, la gota que colmaba el vaso. Casi lo llevaba esperando un año, desde que la empresa había anunciado reestructuraciones, tenía claro que él iba a ser uno de los “afortunados”.

Hoy hacía un año que empezó a beber de manera rutinaria, un año desde el accidente de coche, que sin motivo ninguno le hizo perder a su mujer y sus tres hijos. Fue rápido, imposible de prever ni tan siquiera por la señal de “peligro desprendimientos”, simplemente la carretera no estaba, sólo aquella grieta que las tormentas de la noche anterior habrían formado, y su coche tuvo la mala suerte de descubrir de madrugada. Ahora llevaba tiempo esperando el día en que le dieran la noticia, refugiado en la botella. Y sin notarlo se había hecho alcohólico y había acabado también bebiendo en el trabajo: “total, si le iban a echar, total, si les iban a echar a todos, total, si la empresa la iban a deshacer entre los socios”. Quería olvidarlo y para eso llevaba ya unas cuantas copas… “Más de la cuenta”, pensó.
—Sooon cooomo uitres, como U-I-TRES, malditos socios capitalistassss…¡Juliiiitoooo! ¡Póonme ootra copiiitaaa, pood favood! —dijo como buenamente pudo— ¡venga, aleggíaa, que esto padece un entieeedooo!
—Creo que ya has bebido bastante, Jimmy —dijo el camarero.
—Nooo me joodas ahooda tío, que la fiesssta esstá empezaaandooo…
Julio, el camarero no lo tenía muy claro, conocía la desgracia familiar de James y su desconsuelo. También sabía que James pagaba bien, era un buen cliente, de los que no dejaban nunca deudas, pero hoy ya se le estaba yendo de las manos y era aún muy temprano.
—Veeengaaa, la úuultimaaa, ¡coooñiiiiooooo! Bluuuassshhhrgggg…
James comenzó a vomitar espectacularmente encima de la barra. Los demás clientes del bar, que al ser tan temprano no eran demasiados, llevaban ya un tiempo apartados del “espécimen”, así que afortunadamente nadie se manchó.
—Essstoy bien, stooy bien —dijo Jim tambaleándose— sóoolo tengo que tomaad un poco el aiiidee, ahoga vengo yyy te limpio essste desaaasttde…
James avanzó dando tumbos hacia la salida del local, mientras los demás clientes se apartaban a su paso. Llegó a la puerta y volvió a vomitar estrepitosamente.
—Joder con el puto borracho, me va a dejar el local hecho una mierda —dijo el camarero muy enfadado, mientras salía corriendo con la fregona en mano— ¡anda Jim, vete al fresco ostias!
James salió como pudo del bar y se sentó a pocos metros de la puerta. Mirando hacia abajo se quedó dormido.
Al cabo de un tiempo indeterminado, una mano se posó en su hombro despertándolo del sueñecito.
—¿Señor Bean, está usted bien?
—¿Eh? Blaaassshhhhhrggg…—otra vomitona al despertar— cof, cof —tosió mientras miraba hacia arriba— ¿qué pasa ahora, me van a detener por haberme quedado 5 minutos aquí durmiendo al fresco?
—No soy policía, señor Bean, sólo quería asegurarme de que se encontraba bien —respondió el hombre que se había agachado junto a James.
—Pues entonces ¡déjeme en paz! ¿Acaso no puede un hombre adulto sentarse un momento a descansar y recuperar el aliento?
—Sí, claro que puede, pero lleva ahí sentado casi 7 horas y había empezado a preocuparme por su salud…
—¿Qué? ¡Siete horas! ¿pero qué está diciendo..?
Un vehículo de limpieza pasaba a escasos metros de James, regando y barriendo los márgenes de la calle. James miró al cielo y, para su sorpresa, no vió ninguna estrella (tampoco es que se vieran muchas en la ciudad) sino que se dio cuenta de que era de día.
—¿Qué hora es? —preguntó extrañado al hombre que le había hablado—. Son las 7:45, señor Bean —contestó el hombre misterioso— ¿se encuentra usted mejor?
—Sí, sí, no se preocupe ¿quién es usted? ¿cómo sabe mi nombre? ¿es abogado? ¿detective? ¿nos conocemos de algo?
—No se preocupe. Tan sólo soy alguien que le quiere ayudar. No le molesto más. Tenga esto para ponerse en contacto.
El hombre misterioso entregó un tríptico a James. Sorprendido, James recogió el folleto, lo abrió por el centro y vió que salían unas fotos, pero como no tenía las gafas de cerca no podía leerlo en ese momento.
—Pero…¿qué es esto?
Sorprendido, se percató de que el hombre ya no estaba a su lado. La gente madrugadora había ido ocupando la acera circulando a toda prisa para retomar sus rutinas diarias. Aún mareado, con las piernas entumecidas y con un dolor de cabeza descomunal James se levantó del suelo y pensó en qué tal le sentaría un café bien cargado y caliente, ni hablar de chocolate con churros ¡ya había vomitado bastante esa noche!
Continuará…

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