Acción en el segundo capítulo de la novela La Plataforma: no os desvelo nada más, os dejo con la lectura de una misión cumplida:

Capítulo 2 – Misión Cumplida
CHUF-CHUF-CHUF, tres soplidos sordos cortaron el aire. Tres disparos de su pistola último modelo con el silenciador incorporado. Los últimos tres guardaespaldas habían sido anulados instantáneamente, sus cadáveres yacían todos en el suelo con un agujero en la frente. —Pan comido —pensó Morgan Conrad mientras subía las escaleras hacia el despacho del final—, ¡vaya panda de aficionados!
Al abrir la puerta del despacho, el anciano sentado en la mesa central dio un salto aún apoltronado en su silla de lujo.
«—¡¿Eres tú?! ¡te han enviado a ti…¿no podríamos llegar a un acuerdo?»
—¡¿Eres tú?! ¡te han enviado a ti…¿no podríamos llegar a un acuerdo? Tengo dinero, te daré lo que me pidas. No, por favor —lloriqueaba el anciano—. No, piedad.
Impasible, sin pronunciar ni media palabra, Morgan apuntó como un resorte con su arma al anciano y apretó el gatillo con puntería certera haciendo caer su cadáver como un saco contra el mullido respaldo del sillón, con un orificio entre ceja y ceja, de la misma manera que había hecho antes con sus guardaespaldas.
—No tengo tiempo para diálogos estúpidos, viejo —se dijo a sí mismo mientras apartaba con el pie el cadáver del anciano—. Veamos si tienes lo que he venido buscando.
A los pies de la enorme mesa de despacho, presionó con las puntas de los dedos un pequeño resorte, sonó un clic seguido de un zumbido y, de inmediato, se abrió una compuerta lateral junto a la biblioteca a menos de un metro de distancia de la silla ocupada por el muerto.
Morgan se permitió una sonrisa al tiempo que pensaba que, para ser una habitación del pánico, no había tenido ni siquiera un pequeño susto. Estaba en racha, después de las últimas misiones, esta estaba resultando de lo más sencilla. Siguiendo el protocolo para estas situaciones, apagó la luz de la habitación y entró en la cámara que, al parecer, también había servido de caja fuerte improvisada. Pronto localizó lo que estaba buscando: Un sobre marrón con un lazo rojo grapado en una esquina.
—Más horteras no podían ser para guardar sus secretos —pensó mientras colocaba el sobre, sin siquiera abrirlo, en el bolsillo integrado en la espalda de su vestimenta de camuflaje.
De repente, la luz que entraba por la puerta del despacho quedó taponada. Unos diez o quince hombres armados habían subido sigilosamente armados y equipados con dispositivos de visión nocturna.

—Disparen en cuanto les de la señal. Cuidado con él, es muy peligros…
La deflagración de las Mini-Minas Laterales fue instantánea. Estos diminutos dispositivos anti personas estaban diseñados con la particularidad de dirigir las partículas minúsculas, de tan solo unos milímetros de diámetro, que empleaban como metralla en una única dirección, y Morgan las había apuntado hacia la puerta. En el momento en que habían pasado el umbral, se activaron sus sensores de vibración y, si bien no eran mortales, las heridas que provocaban eran muy dolorosas.
«…las heridas que provocaban eran muy dolorosas…»
Morgan oyó la pequeña explosión y los gritos de sorpresa de sus víctimas. Como un rayo salió de la habitación del pánico y saltó encima de la mesa de despacho. Antes de que pudieran reaccionar lanzó una granada de mano a sus atacantes y con su pistola acribilló la cerradura de la ventana justo antes de atravesarla con aparente cuidado. Recorrió unos metros andando por la repisa hasta llegar junto al árbol. Un salto a una rama. Un salto a otra de al lado, un salto contra la pared y al suelo. En dos segundos había descendido los tres pisos. Corriendo, alcanzó la moto aparcada junto al enorme roble y salió a toda velocidad. Unos perros ladraban en la lejanía. Según atravesaba el portal de la mansión, susurró una clave al audífono que llevaba en la oreja y la casa explotó a sus espaldas en mil pedazos.

Continuará…

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